LA GRAN VIDA DE NADIA

La niña corrió hacia su habitación, mientras bailaba y daba saltos de puntillas. Se aproximó al ventanal y puso sus dos manos pegadas al cristal. A la vez pego su tez sobre él, juntando la nariz y la boca sobre la ventana.

—¡Mira mamá! —dijo—. Por fin han talado los árboles, y entra más luz, podemos ver a la gente pasear, y a los perros retozarse sobre el césped. ¿No te parece maravilloso?

—Claro hija, es estupendo —respondió la madre—, pero por favor quita tu cara del cristal cariño, que, si no mañana me vuelve a tocar limpiar todas las marcas que me dejas, y he de decirte que no es nada agradable.  Son acacias, que ahora podadas se puede divisar bien la calle, pero lloverá, y las hojas de las acacias volverán a florecer y dejaremos de ver con nitidez la calle, ya lo veras amor.

—Uy, sí ¡Perdona mamá! Es la costumbre, no me importa, así en otoño en el colegio me mandaran coger hojas, y las tengo aquí al lado.

—Ya, pero te la tienes que quitar.

Nadia era una niña de tan solo tres años, muy juguetona y risueña, no paraba quieta. Cuando nació, los médicos les dijeron a sus padres que era hiperactiva, pero ni muchísimo menos, solo era una niña juguetona, trotona, cantora, vamos como cualquier otro niño, una chica que disfrutaba de la vida como nadie.

Jugaba con todos los niños del barrio, pero su mejor amigo era Carlos con el que jugaba a toda clase de juegos, ya sean para chicos como para chicas. Para ellos no había distinción entre los juegos, se podía jugar a la comba como al futbol, el caso era entretenerse.

Julia la madre de Nadia, llevaba ya tiempo preocupada, porque les habían comunicado que la pobre Nadia sufría un grave problema en el corazón, y necesitaba urgentemente un trasplante, lo cual todavía no había sido comunicado a la niña. Era algo que Juan, el padre de la chica se lo había encargado a su mujer, pero su mujer no se encontraba con fuerzas de hacerlo, entonces cuando Juan llegó a casa del trabajo, tuvieron una conversación entre los dos.

—Bueno Julia ¿se lo has dicho? —preguntó el esposo.

—No, Juan.  No tengo el valor suficiente, es una chica tan feliz, tan bonita y tan dicharachera, que no me atrevo. Entiende que es mi hija.

—Lo entiendo amor, lo entiendo, pero tenemos que hacerlo ―dijo con tristeza.

«Para mí también es difícil, la criatura es muy feliz», pensó, «Las reuniré a las tres para decírselo».

—A ver Nadia —llamó el padre cariñoso—, vente para acá que quiero hablar con vosotras un momento

―Nadia se acercó hacia ellos como siempre, saltando y andando a la pata coja.

—¿Qué quieres papá?

—Mira Nadia, tengo que decirte una cosa muy importante para los tres —habló en un tono muy solemne—. Tienes un problema muy importante en el corazón, y te tienen que poner otro. Estamos esperando a un donante. Pasaremos malos momentos, pero tus padres siempre estaremos a tu lado. Es algo que hay que hacer sí o sí, si no morirás.

―Nadia se levantó rápidamente de la silla y se dirigió hacia su habitación con sus ojos azules humedecidos. Se tumbó en su cama y entonces explotó en un mar de lágrimas.

Los padres se quedaron en la sala conversando.

—Oye Juan, creo que has sido demasiado duro con la niña. Piensa que solo tiene tres años, y que tonta tampoco es — Julia dijo con una lágrima cristalina que la llegaba hasta la mejilla.

—Puede ser Julia. Quizás sí que me he pasado un poco —concedió—, pero a mí también me cuesta decir estas cosas. Intentaré que no vuelva a pasar.

Pasaron cinco meses y Nadia seguía en una actitud totalmente contraria a su forma de ser. En casa se recibió una llamada de la hermandad de donantes de órganos, diciendo que tenían un corazón para la niña totalmente compatible y que recibirían la llamada del doctor Contreras. La operación era inminente. En ese momento en la casa de Nadia, se empezó a saltar la alegría. Era tal la felicidad, que ni siquiera se podía explicar. A los cinco minutos se recibió la llamada del doctor Contreras, diciendo que tenía un quirófano libre y que iba a enviar una ambulancia para que la operación fuera inmediata. Así se dijo y así fue. Nadia fue trasladada con urgencia y enseguida entró en el quirófano.

—Tranquila Nadia, que estamos contigo, no te preocupes, no te dejaremos nunca.

Nadia entró en quirófano, y el doctor empezó a operar, abrió el pecho la muchacha y maniobró con gran maestría. Terminada la operación, el doctor salió a la sala de espera donde se encontró con Juan.

—¿Qué tal doctor? —preguntó el padre ansioso—. ¿Cómo ha salido todo?

—La operación ha salido bien, pero la hemos tenido que meter en la UVI, porque tiene fiebre —respondió el médico—. La estamos tratando con antibióticos, pero tenemos que esperar. No garantizo que los antibióticos hagan su efecto, pero haremos todo lo posible.

En ese momento Juan empezó a llorar desconsoladamente. Era un hombre que no era de lágrima fácil, pero en ese momento, no lo pudo aguantar.

—¿Qué te han dicho cariño? —preguntó la madre deseosa de buenas noticias.

—Que está en la UVI.  Tiene fiebre, y no saben con qué antibióticos tratarlo, hay que darse cuenta que nuestra hija es muy pequeña.

—Tranquilo cariño —dijo la mujer solidaria—.  Parece que te has desesperado un poco. Tenemos que esperar y tener tranquilidad.

Así quedaron las cosas, visitando los padres de uno en uno cada hora, y viendo si había alguna evolución, cosa que ninguno de los dos apreciaba.

«No puede ser», pensaba Juan, «Tengo que hablar con el doctor».

—Doctor, llevamos aquí tres días y no tenemos noticias ni buenas ni malas de mi niña. Hay que intentar sacarla cuanto antes, esta chica vale mucho.  Es un sol.  Se hace con todo el mundo, es simpática, amable, y para lo pequeña que es muy sabia y luchadora.

—Pues eso es lo que tiene que hacer: luchar. El corazón que le hemos puesto funciona. El único problema es la fiebre. No sé si es que el cuerpo ha detectado que hay algo distinto que se le ha puesto. La verdad que no entiendo lo de la fiebre, tenga por seguro que estamos luchando por ella.

Pasaron dos meses, y con los padres prácticamente agotados sin salir del hospital, el doctor les hizo un comunicado.

—Señores, vuestra hija acaba de salir del estado febril, ahora hay que hacer una serie de curas en la cicatriz y observarla continuamente, si esto sigue así, pronto subirá a planta.

La alegría de sus padres fue tal que no paraban de saltar y bailar. A los tres meses Nadia fue dada de alta, volviendo a casa con gran alegría.

Un día Nadia estaba jugando con su padre en el jardín de su casa con el balón.

—Nadia, creo que te debo una disculpa.

—¿Por qué?

—Por la manera en la que te dije que te tenían que operar.

—No pasa nada papa, me lo teníais que decir y entiendo que para vosotros también sería un momento muy difícil. Si quiero que sepáis que os quiero una eternidad. Y no podré valorar todo lo que habéis hecho por mí.

—Nosotros hemos hecho lo que teníamos que hacer, eres nuestra hija. Anda llama a Carlos y vete a jugar con él, que a mí me tienes reventado.

A la mañana siguiente Nadia entró en su habitación corriendo y se puso junto al ventanal apoyando las manos y su cara junto al cristal, juntando su nariz y su boca.

—Mira mamá, a las acacias ya las han salido las hojas, ya no tenemos tanta luz como antes. No divisamos a los viandantes, ni a los perros restregarse…

—¿Eso es lo que te importa, hija?

—La verdad es que ahora realmente no, ahora lo único que me importa es que estéis papá y tú siempre junto a mí.

 

FIN

P.D.: ESTE ESCRITO HE SIDO AYUDADO LIGERAMENTE Y GRATAMENTE POR MELBAG123, QUE SE ESTÁ PORTANDO GENIAL CON MIGO, GRACIAS.

 

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PERIS

 

14 comentarios sobre “LA GRAN VIDA DE NADIA

    1. gracias Fran un relato corto. me gustaría que leyeras como lo he hecho yo realmente y saques todas las pegas o virtudes posibles, tu sabes, asique si no te es inconveniente me mandas tu correo y te mando mi escrito, he de decirte que esto se está acabando, me tengo que ocupar de otras cosas mas importantes, mi salud. ah y a mi siempre me ha gustado pescar en pesqueras, jugando-me casi la vida y palpando las picadas con el dedo y el sedal. molaba.

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  1. Me gusta mucho el fondo de esta historia de esperanza y que anima a la gente a donar órganos para salvar vidas, al relato lo veo que la niña con solo tres años utiliza palabras demasiado de mayores, palabras que no concuerdan con su edad, es lo único que le veo, por lo demás llega muy profunda la historia. Besos a tu corazón.

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  2. La verdad es que lo único que hice fue arreglar un detallito por aquí o por allá. La historia en su totalidad es inspiración de mi Peris. Amigo, cuida tu salud, ve a pescar y a tomar aire puro y siempre déjanos saber cómo sigues. Un beso.

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    1. EL LUNES TERMINO Y LO DEJO YA LO TENGO PUBLICADO, HAGAME UN FAVOR NO DEJES DE SER COMO ERES, Y CADA VEZ QUE VEAS A TU MADRE DALA UN BESO O UNA CARICIA DE MI PARTE AUNQUE NO ME CONOZCA ESTOY SEGURISIMO DE QUE LO AGRADECERÁ AUNQUE NO TE LO DIGA, ERES UN SOL PRINCESA.

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